11) Una oración de liberación – Testimonio Martina, lesbiana liberada.

Estuve así por varias horas, mis 5 sentidos estaban agudos, despiertos como nunca antes, y mi conciencia me acusaba de todos mis pecados. Mi vida pasaba en una película una y otra vez, la angustia aumentaba con el paso de las horas. Sentí que me estaba volviendo loca.

Me di cuenta que había perdido mi tiempo en cosas sin sentido, en necedades, que le di importancia a tonterías, y que merecía la justa condenación de Dios. No tenía excusas delante de Él, no podía exigirle nada porque yo era culpable, por mi rebelión, mis mentiras, mi doble vida (Romanos 1:18-32). En ese momento pensé que había sido desechada por Dios, y que no habría una segunda oportunidad.

Creo que ni el mejor director de cine podría recrear con efectos especiales lo que se siente visualizar una dimensión sobrenatural como esa, y que me pareció tan aterradora.

En eso amaneció. Apenas podía hablar. Llamé a una hermana, le pedí que nos viéramos. Me bañé y me arreglé para salir.

Cuando llegué le conté lo que me había sucedido y le pedí que por favor orara por mí. Ella hizo una oración de liberación, para que yo saliera de la esclavitud a los pecados sexuales. Mientras ella oraba mi estómago comenzó a retorcerse, sentí tanto dolor que casi me desmayé. Llorando le dije a Dios que me perdonara por haber llevado mi vida entera tan neciamente.

Por primera vez me arrepentí sinceramente desde el fondo de mi alma. Le pedí perdón al Señor por la práctica del lesbianismo, reconocí que eso era pecado delante de Él, que yo había llevado una vida distorsionada y contraria a Su propósito original. Le dije que renunciaba a todo, y que por favor me diera una nueva oportunidad para servirle fielmente.

Recién en ese momento me abandonó la sensación de estar atrapada en el infierno. Mi cuerpo se estabilizó, el dolor se marchó, el miedo desapareció, el terror se volvió una paz infinita, y podía respirar como nunca antes. Fue extraordinario sentir que estaba completa, con mi alma y cuerpo en este mundo físico. Lloré de alegría por la nueva oportunidad que Dios me había dado.

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