12) No volvería a elegir esa vida – Testimonio Martina, una lesbiana liberada

Mi vida tuvo a partir de entonces un cambio de 180 grados. Fui libre del lesbianismo, de toda distorsión en mi mente y emociones. La culpa cesó, antes vivía sintiendo culpa por todo, desde ese día me sentí libre, el Señor me había sido renovado por completo.

También hubo en mí una decisión de cambiar, seguir al Señor en fidelidad, en santidad, y obediencia total. Eso ha sido clave para permanecer firme, sin ceder ni volver a caer. Dios me fue guiando en todo, me alejó de personas que podían ser de tropiezo. Eliminé fotos, objetos, contactos. Cambié hábitos dañinos, me despojé de creencias erróneas. Cambié mi forma de vestir ambigua, he renovado 4 veces mi closet completo.

Tengo la seguridad de que jamás regresaré al lesbianismo.

En primer lugar porque ahora, cuando miro una mujer, hay una diferencia abismal en cómo antes me afectaba emocional y físicamente. Todos nosotros estamos propensos a caer en cualquier pecado, por eso la Biblia dice: “El que crea estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12), pero yo fui liberada. Cuido lo que hablo, lo que miro, lo que leo, y lo que escucho. Me ocupo en mi salvación “con temor a Dios” (2 Corintios 7:15), yo siento ese temor reverente a Dios. No me permito que algo de mi pasado me contamine. Ahora mis ojos son santos, palpo a Dios en mi vida. He visto tantos milagros en mi vida, cómo Dios me ha transformado, que yo no podría botar a la basura esos regalos de sanidad que sólo Dios me da.

En segundo lugar regresar a mi pasado sería una locura: “Como un perro volviendo a su vómito o la puerca lavada al charco de lodo” (2 Pedro 2:22). Conozco la diferencia después de haber estado 12 años metida con todo en el lesbianismo. Yo racionalmente no volvería a elegir esa vida, porque sufrí mucho. Fui muy dañada, muy decepcionada, vi tantas cosas terribles, tanta maldad. Esas relaciones tan tortuosas con otras mujeres. Algunas veces fui feliz, eran momentos, pero en realidad vivía una aparente felicidad, en el fondo sufrí mucho. La paz que tengo ahora no la cambio por nada, aunque me ofrecieran las mejores cosas, no regresaría. La vida que llevo ahora, tranquila, en paz con mi conciencia, no lo cambiaría por nada del mundo.

Y finalmente, y lo más importante: yo ahora amo a Dios, con todo mi corazón. Él tuvo tanta misericordia de mí que su amor me sedujo. Me ha mostrado tanta paciencia, he visto todo lo que Él me ha perdonado. Y pese a todas mis imperfecciones yo verdaderamente lo amo, y por ese amor no hago nada que a Él le pueda ofender. Obviamente todos los días pecamos, pero hacer algo a propósito contra su voluntad, no.

Puedes descargar el documento completo (para imprimir) aquí.

O leerla por partes: