[DEBATE] ¿Qué hacemos frente a las denuncias de abuso sexual en las comunidades evangélicas?

Una chica decide unirse al hashtag #MeToo (yo también) denunciando en su Facebook que habría sido abusada sexualmente por su profesor, durante la gira de estudios de un colegio cristiano. El hecho habría involucrado alcohol y la habitación del hotel, donde la joven (entonces mayor de edad, pero aun estudiante) habría sido retenida a la fuerza por alguien en quien antes confió. El maestro en cuestión se ve obligado a cerrar su perfil de Facebook, debido a los constantes hostigamientos de parte de grupos feministas. La comunidad escolar está en shock, ya que la acusación ocurre 5 años después del momento en que todo esto habría sucedido. Pero no hay denuncias ante la fiscalía, y tanto la afectada como su familia no quieren dar la cara para hacerse cargo de lo que lanzaron.

Las personas, sus nombres y contexto de esta historia están deliberadamente cambiados, pero sucedió. Probablemente nunca sabremos si el acusado es inocente o culpable. Por otro lado, hace poco supimos de casos brutales de abuso sexual en una iglesia evangélica de Rancagua, perpetrado contra chicas menores de edad, y que involucraban al pastor y un diácono. ¿Solo debe quedar el caso en manos de la justicia? ¿Qué más debe hacer la comunidad al respecto, independiente del resultado en los tribunales? ¿O es la funa en Facebook la mejor manera de hacer justicia?

Eso nos lleva a iniciar un debate sobre la forma en que situaciones como esta deben ser prevenidas, superadas y recibidas por una comunidad cristiana, sea iglesia, colegio o ministerio (en especial si el presunto abusador es justamente el líder de la congregación). La Iglesia Católica Romana llegó tarde a las denuncias, y su reputación está hoy en día en el suelo.

El pastor Cristóbal Cerón, de Iglesia Santiago Apóstol y fundador de Por el Renacer de una Pasión, nos comparte la siguiente reflexión al respecto.

SI ALGUIEN ABUSA CONTRA TI

Como pastor cada año tomo un grupo de nuevos asistentes a mi congregación y recorro con ellos las convicciones cristianas que tenemos dentro de nuestra iglesia. Uno de los temas que siempre enseño se llama: “Cómo y porqué confrontar a tu pastor”. El tema genera mucha expectativa ya que los hermanos no se imaginan la razón por la que el pastor de la iglesia les quiere enseñar a que, en buen chileno, “me paren los carros” si es que se dan cuenta que estoy usando el poder que ellos me han concedido bajo la guía de Dios de manera corrupta.

En esta sesión siempre uso los siguiente versículos:

15 »Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. 16 Pero, si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. 17 Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y, si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado. (Mateo 18:15-17. NVI)

Lo que nos enseñaron: un proceso en cuatro etapas

Es un texto muy popular en las iglesias cristianas. Siempre se nos ha dicho que es el modo en que Jesús buscó restablecer la paz dentro de la comunidad de fe luego de conflictos inter-personales. Además, siempre se nos ha dicho que es un proceso de cuatro etapas:

  1. Si tu hermano peca contra ti, habla con él a solas.
  2. Si no responde a tu confrontación, lleva a uno o más testigos.
  3. Si no responde a la confrontación del grupo, preséntenlo ante la iglesia.
  4. Por último, si no hay evidencia de arrepentimiento, considérenlo como un no creyente y expúlsenlo de la comunidad.

¿Y si el abusador es el pastor?

En una de estas clases, una hermana me preguntó: ¿Qué pasa si la persona que ofendió es el pastor y la ofensa fue un abuso sexual o de poder? Sinceramente, me encantó que me hiciera la pregunta ya que expuso algo central. Hay veces donde este proceso archi-conocido no debe aplicarse literalmente. Antes de explicar porqué, trata de responder las siguientes preguntas en tu mente:

¿Qué hacemos cuando una víctima de abuso de poder o sexual está siendo agredida por su pastor? ¿Deberíamos decirle a esa jovencita de 14 años cuyo pastor la manoseó que vaya y hable a solas con él y lo confronte porque “la Biblia lo dice”? ¿Deberíamos decirle a ese joven universitario cuyo pastor lo manipula sicológicamente para lograr de él un compromiso irrestricto con su “visión de iglesia” que lo enfrente a solas porque “Jesús así lo enseñó”? Yo creo que no. Querido hermano o hermana, estas preguntas son importantes ya que si no sabemos responderlas y algo así ocurre en tu congregación, podrías terminar siendo parte de un proceso judicial.

El proceso BIEN aplicado

En general, todo abuso es cometido por alguien que ha recibido su poder de manera voluntaria de la misma víctima. Pero una de las características de los distintos tipos de abusos de poder (dentro de ellos, el abuso sexual) es que la víctima no logra VER que está siendo abusada. Un niño no entiende que el juego del tío se llama “violación”, hay mujeres que por años no han logrado verbalizar que las miradas amenazantes y subidas de voz de su esposo se llamaban “violencia”.

En el proceso que Jesús enseñó, tenemos a un ofendido que SABE que pecaron contra él y por eso el puede ir a confrontarlo y llamarlo al arrepentimiento. Pero ¿qué pasa con los casos donde el afectado, como ocurre en muchos de los casos de abuso, no sabe que está siendo abusado? O aún peor ¿Qué pasa cuando el mismo abusador no está dispuesto a reconocer su pecado o no es capaz de hacerlo por algún tipo de trastorno siquiátrico?

Es en estos contextos donde necesitamos que alguien más VEA lo que está ocurriendo y esté dispuesto hacer algo al respecto. Se requiere que alguien fuera de la dinámica enferma que se da entre la víctima y el victimario sepa que puede y debe entrometerse en esa relación para proteger al débil y hacer lo necesario para frenar al abusador. De lo contrario, se cae en el riesgo de ocupar Mateo 18 como una excusa para no hacer lo que Jesús mismo quizo que hiciéramos.

Son cinco etapas, no cuatro.

Es en estos casos donde tenemos que entender lo que Jesús enseñó. El proceso siempre se ha entendido saltándose el paso principal, el primero. Hay un primer paso antes de ir a confrotar al pecador y es el paso de establecer si hubo o no pecado. La cláusula que gatilla todo el procedimiento es la siguiente: “Si tu hermano peca contra ti…” Por lo tanto, el primer paso no debe ser la confrontación, sino la evaluación ante Dios y Su palabra respecto a si hubo o no una transgresión de sus mandatos. El proceso debería verse así:

  1. Identificar si hubo o no pecado.
  2. Si tu hermano peca contra ti, habla con él a solas.
  3. Si no responde a tu confrontación, lleva a uno o más testigos.
  4. Si no responde a la confrontación del grupo, preséntenlo ante la iglesia
  5. Por último, si no hay evidencia de arrepentimiento, considérenlo como un no creyente y expúlsenlo de la comunidad.

El primer paso dentro de esta dinámica de la restauración es identificar claramente si existió o no un pecado el cual confrontar. Ahora, piénsalo ¿cómo una víctima de abuso podría discernir que su hermano “pecó contra ella” si acaso este tipo de víctimas muchas veces no saben que lo son?

Es acá donde los pastores tenemos que enseñar a nuestras congregaciones que el proceso de restauración comienza cuando la víctima tiene la libertad para preguntar a personas maduras cristianas o incluso no cristianas, cuando creen que pudieran estar siendo objeto de algún tipo de abuso. Esto fue lo que le respondí a la hermana en la clase: “Si no sabes si están pecando contra ti, si tienes alguna duda, pregúntale a alguien de confianza tuya, ojalá fuera del círculo de influencia del abusador y pide ayuda. Probablemente no podrás confrontarlo a solas, por lo tanto, denúncialo a alguien que pueda y que tenga la valentía de hacerlo”.

Un caso ejemplar

En el Antiguo Testamento vemos que fue el profeta Natán el que confrontó al Rey David con su abuso de poder, adulterio y asesinato (2 Samuel 12). Natán VIO lo que estaba ocurriendo con claridad. Fue el hombre de Dios el que se levantó como intermediario a favor de los débiles sabiendo que eso le podría costar la cabeza. Pero imagínate qué hubiera pasado si Natán le hubiera pedido a Betsabé que ella misma confrontara a solas a David por su pecado. ¿Habría ella podido identificar que estaba siendo víctima del juego egocéntrico, vanidoso, violento y manipulador de un hombre que se estaba refugiando en la unción de Dios para abusar en vez de servir a su pueblo?

O aún peor, imagínate si Natán hubiese sido el típico machista miedoso que al escuchar la historia hubiera ido donde ella a retarla por haber seducido al “ungido”. Al contrario, Natán hizo lo que tenía que hacer, confrontó al abusador y lo llamó al arrepentimiento. Esta historia quedó escrita en el libro de Dios y hoy es una historia que exalta tanto Su santidad como Su misericordia.

Son las personas maduras en nuestras congregaciones las que tienen que tener los ojos abiertos para denunciar a los abusadores. Mateo 18 no es una excusa para que volvamos a re-victimizar a los abusados pidiéndoles que se expongan a solas con sus opresores. Jesús no está proveyendo una ruta para que cristianos miedosos se laven las manos antes las víctimas pidiéndoles a ellas que hagan algo que ellos mismos no se atreven a hacer. Esos versos están ahí para decirle a las congregaciones que deben aprender a identificar cuando hay pecado que confrontar y que lo hagan, especialmente cuando estos pecados son contra personas débiles.

Es más, si leemos el inicio de Mateo 18, veremos que Jesús tiene grandes advertencias para aquellos que hacen caer en pecado a algunos de sus pequeños, el afirmó: “Más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar” (v.6) Natán corrió el riesgo de la confrontación bíblica y David terminó arrepintiéndose. Su relación con Dios fue restaurada, aunque tuvo que enfrentar las consecuencias de su pecado sobre si mismo y su familia. El objetivo de Jesús con su proceso de restauración era el de rescatar al pecador y llevarlo a una relación sana con el Padre y la comunidad. Pero ese proceso no es mecánico y no debería tomarse ciegamente para todos los casos. Al contrario, debemos estar atentos a los débiles en nuestra comunidad y cuidarlos del poder de lobos rapaces, incluso cuando estos sean los mismos pastores o líderes.

Educando a nuestras congregaciones

Nuestras comunidades deben saber que el abuso siempre viene de alguien a quien le hemos conferido poder por nuestra propia voluntad. Pero es nuestra labor enseñar a nuestras iglesias que todo poder bajo Dios, tiene límites:

1. Dios es la máxima autoridad del mundo

2. Dios ha puesto a las autoridades para gobernar la nación

3. Dios ha puesto a pastores y líderes para cuidar la iglesia

4. Dios ha puesto a padres y madres a guiar la familia

Si lo pensamos bien, cada una de estas autoridades bajo Dios, está sometida a una mayor. En el caso de los pastores, ellos deben someterse a las leyes del Estado. Las comunidades entonces, deben saber que sus líderes deben ser denunciados a la justicia si acaso rompen la Ley de la nación. Los hijos deben obedecer a sus padres excepto cuando estos les ordenan hacer cosas que van contra la ley de Dios. La iglesia debe estar atenta a confrontar la violencia dentro de la familia aunque los expuestos sean los que más aportan con dinero o tienen lugares de alta reputación. De la misma manera, todo cristiano está llamado a una pacífica subversión cuando la autoridad de la nación quiere forzarnos a hacer algo contra la Ley de nuestro Dios.

Una conversación que recién comienza

Hemos estado viendo en los últimos años escenas de abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica Romana y no debería sorprendernos que diversos tipos de denuncias contra pastores y líderes evangélicos comiencen también a revelarse. Las cifras de violencia intra-familiar en hogares que se llaman cristianos en Latinoamérica son alarmantes y el mal manejo de dineros ya está siendo tema de discusión pública en los medios de comunicación. Esperemos que todo lo que se viene por delante lleve a que el pueblo de Dios regrese al Padre. El deseo de Jesús, en el mismo capítulo era ese:

«¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en las colinas para ir en busca de la extraviada?» Mateo 18:12

Cristóbal Cerón

Pastor Iglesia Santiago Apóstol
Fundación Por el Renacer de la Pasión

 

 

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