Ximena Prado Dagnino
Cuando Martin Lutero estaba lidiando con la Peste Negra, escribió estas sabias palabras que pueden ayudar a informar la forma en que abordamos las cosas que suceden en nuestro mundo en este momento:
“Le pediré a Dios misericordiosamente que nos proteja. Luego fumigaré, ayudaré a purificar el aire, administraré la medicina y la tomaré. Evitaré lugares y personas donde mi presencia no sea necesaria para no contaminarme y, por lo tanto, infligir y contaminar a otros y así causar su muerte como resultado de mi negligencia. Si Dios quisiera llevarme, seguramente me encontrará y he hecho lo que esperaba de mí, por lo que no soy responsable ni de mi propia muerte ni de la muerte de los demás. Sin embargo, si mi vecino me necesita, no evitaré el lugar o la persona, iré libremente como se indicó anteriormente. Mira, esta es una fe tan temerosa de Dios porque no es descarada ni imprudente y no tienta a Dios”.
(Las obras de Lutero; Vol. 43, pág. 132).
Sin embargo… en mi condición de mamá de una hija que estuvo en riesgo vital a causa del virus sincicial y neumonía (luego de sucesivos resfríos, alergia y asma no diagnosticado) que se sintió como en valle de sombra y de muerte (porque, mientras estuvimos en la UCI pediátrica, falleció un niño), por supuesto que saber de un virus que nos expone a algo similar me revive los peores recuerdos, porque aún el punto débil de mi familia son los asuntos respiratorios… Y porque ese mismo autor en sus cartas conecta con nuestros sufrimientos (y temores) del Siglo XXI.
Los Lutero tuvieron tres hijos y tres hijas. Su crianza no estuvo exenta de preocupaciones debido a las varias plagas que amenazaron su salud y lamentablemente dos de sus hijas fallecieron a temprana edad.
- Johannes: Vivió 49 años y durante su infancia sufrió los efectos de la peste según lo que su mismo padre relata: «Mi Hánschen hace ya ocho días que está enfermo con un mal incierto, que yo sospecho que es el que nos azota, aunque crean y digan que es debido a la dentición. No ha fallecido nadie en los dos últimos días después que murió la mujer del capellán. Quiera Cristo que la peste esté ya acabándose».
- Elizabeth: Su temprana muerte a los ocho meses de edad afectó mucho a su padre: “Ha fallecido mi hija Isabelita. Ha dejado mi corazón enfermo, como el de una mujer, que hasta tal punto me ha herido el dolor. Nunca hubiera sospechado antes cómo ablandan los hijos el corazón de los padres. Ruega a Dios por mí y quédate con él»
- Magdalena: La tragedia vuelve a la casa de los Lutero pues a los 13 años la segunda hija muerte en los brazos de su padre, este episodio fue muy duro para sus padres. Escribe Lutero: “Me imagino que habrá llegado a tus oídos la noticia de que mi queridísima Magdalena ha renacido para el reino eterno de Cristo. Es cierto que tanto yo como mi mujer deberíamos estar agradecidos y contentos por este feliz tránsito y por el fin bienaventurado que la ha puesto a salvo del poder de la carne, del mundo, del turco y del diablo; pero es tan grande la fuerza de la ternura, que no podemos librarnos de los sollozos, de los gemidos y de una sensación como de muerte. Están tan fijos aún en lo hondo del corazón el semblante, las palabras, los gestos de esta hija tan respetuosa y obediente, mientras vivía y agonizaba, que ni siquiera el pensar en la muerte de Cristo (en cuya comparación nada significan las demás) puede borrar esta impresión«.
¿Compré desinfectantes? lógico. ¿Lavamos manos más seguidos? también. ¿Tengo miedo? la verdad, sí. ¿Confío en la protección divina? indudablemente, aún a pesar de los valles de sombra y de muerte, sé que Él es mi pastor y nada me faltará.