Por Daniel Redel
Estudiante de Ingeniería Comercial PUC
Director Servicio Evangélico Migrante
Al analizar las últimas cifras de desempleo, el presidente Sebastián Piñera apuntó la llegada de inmigrantes como factor que explicaría la baja empleabilidad en Chile, afirmando que «Llegaron a Chile 700 mil personas que antes no estaban, que son los migrantes, y eso provocó una enorme expansión de la gente que busca trabajo. Por eso nosotros decidimos poner orden en la casa y regular la migración”. Ante esto, hay que precisar algunas cosas:
– Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) la Fuerza Laboral Total en Chile para el último trimestre es de 59,2%. Es decir: 8.968.120 personas, que incluye a los ocupados, desocupados cesantes y los que buscan por primera vez. El restante 40% de la población chilena, cerca de 6.178.990 personas, es Inactiva.
– De toda esta fuerza de trabajo, los que efectivamente están trabajando (ocupados) representan un 55% de la población total. El desempleo total quedó en 7,1% para este último trimestre.
– En Chile, según el Censo 2017, tenemos 746.465 personas migrantes, lo que representa un 4,35% del total, es decir: aproximadamente 4 de cada 100 personas son migrantes.
– La tasa de participación laboral de los migrantes es de 80,2% (CENSO), que claramente supera el promedio de los chilenos. Así todo, ese 80% representa sólo un 6,3% de la Fuerza Laboral Total según el Censo 2017 (o 5,8% según el INE, entre marzo y mayo).
– Sumado al hecho que los migrantes inactivos son apenas unos 150.000, el dato nos dice claramente una cosa: ellos vienen a trabajar y a «aportar» (en la noción económica de aporte).
– ¿Qué pasa con el desempleo? Ellos tienen un nivel similar de desempleo que de los chilenos: ambos rodean el 7%, lo que equivale a no más de 44.000 personas migrantes desempleadas del total de 634.960 desocupados que reportó el último informe INE. Los otros 550.000 ya encontraron trabajo ¿Que los inmigrantes son la gran explicación del desempleo? No lo creo.
Ante problemas públicos tan complejos como el desempleo, siempre estará la tentación reduccionista de buscar chivos expiatorios a quien culpar, en lugar de realmente hacerse cargo del asunto. Lo peor es que, a la larga, el costo será mayor: se estigmatiza al migrante, creando tensiones y divisiones innecesarias, afectando la convivencia y el trato digno. Para aquellos que somos creyentes, esto último nos debe interpelar, toda vez que estamos llamados a tratar al extranjero “como si fueran sus compatriotas” (Levíticos 19:35) y a “practicar la hospitalidad” (Hebreos 13:1) sin excusas.
Es muy probable que los mismos que se quejan de que los migrantes son flojos ahora comiencen a sacar nuevas excusas: «es que en verdad nos quitan las pegas» y «es obvio que por oferta y demanda nos bajan los salarios». Si les molesta cuando trabajan mucho y cuando trabajan poco, quizás el problema ya no son ellos.