Luis Aranguiz
Licenciado en Letras
Director de Pensamiento Pentecostal
FB: @pensamientopentecostal
Hace un tiempo ya que en el mundo evangélico se está dando un fenómeno interesante. Lo quiero llamar «el canuto ausente». Se trata de personas con un alto sentido de demanda moral a las iglesias, que invierten parte de su tiempo en pensar y promover lo que sería una iglesia «de verdad», «correcta», «conforme a los signos de los tiempos», «conforme a lo que Dios quiere», etc. Construyen el ideal más alto que se pueda imaginar sobre cómo deben ser las cosas.
El canuto ausente se puede encontrar en todos los domicilios. Puede ser pentecostal, pero también presbiteriano. Puede ser conservador, pero también puede ser progresista. Puede ser de izquierdas, pero también de derechas. Puede ser de ingeniería, pero también de ciencias sociales; o puede no ser universitario en absoluto. No hay rincón del espectro evangélico en que no se pueda, paradójicamente, encontrar al canuto ausente.
Aunque los canutos ausentes se confiesan evangélicos, aunque escriben como evangélicos e incluso en algunos casos, aunque quieren obrar como evangélicos, en la práctica estan casi -o totalmente- fuera de la vida comunitaria de una iglesia local. Libres de lidiar con los problemas «pequeños» de la vida cotidiana de una iglesia, libres de palpar la contradictoria realidad en que se mezcla un elevado sentido de espiritualidad y virtud con pequeñas –o escandalosas- corrupciones, libres de afrontar el hecho de que sus cambios idealistas soñados no tienen sentido para los hermanos comunes.
Y no es que este idealismo sea malo, simplemente es que no son capaces de ponerlo en sintonía con el lenguaje del canuto común porque no están con el canuto común. Porque, aunque es una obviedad, es tan necesario como impresentable tener que recordar que no es lo mismo facebook que la vida real.
¿Es que acaso congregarse es todo lo que constituye ser un evangélico? En absoluto. Muchos pueden ser perfectos activistas de congregación y, sin embargo, también ser canutos ausentes. Porque lo ausente no se define por el activismo simplemente, sino por un compromiso todavía más importante. El compromiso con el cuerpo de Cristo, con la iglesia entendida como una gran comunidad de creyentes que se edifican unos a otros en todo momento y lugar en que les es posible hacerlo.
Las congregaciones pueden ser hermosas comunidades, como también un conjunto de personas individualistas que se reúnen ocasionalmente. Lo que se requiere es recordar la idea de “vida comunitaria» de una iglesia local; lo cual es mucho más que desplazar el cuerpo ciertas veces del mes a un recinto. Congregarse es necesario, porque en ese espacio te encuentras con el otro; pero tampoco es el único. Somos iglesia en todo lugar.
¿Es que acaso no se puede criticar? Claro que sí. El problema es que el canuto ausente es el individualista que se escuda tras la máscara de la crítica para evitar afrontar la riesgosa realidad de una comunidad compuesta por seres humanos que se equivocan, y que se han venido equivocando por siglos. No se pone la crítica en cuestión por su origen. Al contrario, ni siquiera se cuestiona si es válida o no, porque efectivamente muchas de ellas son perfectamente razonables y pueden ser de mucha importancia. Más bien, lo que se pone en cuestión es el compromiso con la crítica, en función de la identidad autoproclamada. La pretensión de hablar como miembros de una comunidad se vuelve una exigencia: ¿Qué sentido tiene criticar como cristiano, si no se tiene un compromiso con la comunidad de los cristianos?
¿Es que acaso no se puede aspirar a nada mejor? ¡Por supuesto que sí! Y es justamente por eso que es necesario ser un canuto presente. ¿Qué significa eso? Adoptar un compromiso con la comunidad cristiana, con la “vida comunitaria” de una iglesia local. A veces se tiende a escuchar en un tono casi amenazante ese versículo que dice “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” (Heb. 10,25), lo cierto es que su instrucción responde a una de las más grandes enseñanzas del cristianismo: el camino de la gracia que nos fue mostrado por el sacrificio de Jesucristo. Por eso, el pasaje mencionado no termina diciendo “porque si no, seréis condenados”, sino más bien “exhortándonos”. Y los canutos presentes son fundamentales para llevar a cabo esa tarea.
Puede que esto sea un poco molesto. Pero lo conozco de cerca porque he sido ese canuto ausente con exceso de moralismo idealista pero totalmente desconectado de la sencillez de la vida comunitaria con personas de carne y hueso. Es cierto que no hay cristianismo son relación personal con Dios, pero también es cierto que no hay cristianismo sin comunidad. Sin lo último, este idealismo es inutil, incluso contraproducente porque, ¿dónde más tendría sentido sino en la comunidad de creyentes?