Desde siempre, en Cosmovisión hemos manifestado una postura cristiana doctrinalmente conservadora, y un enfoque desde la teología bíblica sobre los temas de actualidad.
En 2019, a propósito del proceso constituyente que se inició ese año, no fue la excepción. Mientras muchos comunicadores cristianos preferían guardar silencio y no tomar una postura al respecto (quizás por comodidad, en muchos otros casos por respeto, pero también a veces por miedo) nosotros decidimos pronunciarnos sobre el plebiscito.
Más allá de las opiniones personales, cuando prácticamente todos los medios hegemónicos celebraban el estallido, nosotros dijimos que ese «acuerdo por una nueva constitución» era ilegítimo, porque validaba la violencia ejercida por una minoría política que no ganó en las urnas pero que sabía hacer barricadas y molotovs.
Dijimos también que nadie estaba pidiendo una nueva constitución, y que una nueva constitución no resolvería las demandas ciudadanas. Que los políticos (de izquierda o derecha) habían encontrado en el cambio constitucional un pretexto para disimular su ineptitud y alienación.
Dijimos que, en caso de ser necesario un cambio constitucional para resolver problemas sociales, en una democracia representativa era dentro del Congreso donde debería ser discutido. Dijimos también que no debía comenzar con una hoja en blanco, porque Chile tenía una tradición, y por lo tanto que cualquier cambio necesario debería ser específico y tomando siempre como base la actual constitución, que ha sido por lejos la más exitosa y robusta de nuestra historia.
Señalamos además que el gobierno de Piñera había claudicado en defender el orden público y el estado de derecho, validando (de facto) la violencia política como método. Y que, con el mentado acuerdo, la clase política pecaba de ingenuidad al asumir que los grupos de izquierda radicales se conformarían con un mecanismo típico «de la democracia burguesa», cuando en realidad estábamos frente a una revolución.
Tomamos entonces la posición editorial del Rechazo, respetando la cobertura imparcial de ambas opciones.
Han pasado 4 turbulentos años, y mucha agua por debajo del puente. Ha sido el festival de las elecciones (al menos 7), hemos visto surgir nuevas figuras políticas en el escenario, nuevos partidos. Pero los elementos que están en la base del diagnóstico (que elaboramos para fijar nuestra línea editorial en aquel entonces) no han cambiado. Siguen latentes.
No fuimos los únicos, pero algunas de las advertencias que hicimos tristemente se cumplieron. Alertamos sobre lo que iba a pasar con la primera Convención (que algunos llamaron despectivamente un circo, otros un cumpleaños de mono) y que elaboró ese mamarracho plurinacional que fue rechazado en 2022.
Nos equivocamos el 2019 en una cosa importante: fuimos ingenuos al pensar que esto sólo era «una cosa local» de Chile, y no algo que conecta a nuestro país con los intereses geopolíticos de grandes poderes mundiales. Nos faltó visión para conectar un Estallido por aquí, un Caracazo por allá, el Euromaidán al otro lado del charco, y «Colombia Despertó» después.
Tarde nos dimos cuenta que esta cosa del cambio constitucional estaba ya cocinado, pero no en el Congreso Nacional, sino en la ONU, con su Agenda 2030, y en algún laboratorio de ingeniería social del Foro Económico Mundial. La carrera por hacerse de nuestros recursos naturales, la inmigración descontrolada y la crisis de seguridad son síntomas de un proceso que arrastra a Chile hacia el «nuevo orden mundial» .
Hemos ido aprendiendo. ¿O no?
En lo concreto, el 17 de diciembre tendremos que pronunciarnos en las urnas sobre la nueva propuesta constitucional.
Para mi la propuesta no es mejor que la actual constitución. Tiene algunas ideas rescatables; el proceso ciertamente fue más ordenado, y hubo un mejor nivel de debate ideológico, pero en ningún caso el texto quedó mejor que la actual constitución.
Si usted está convencido de que el texto es bueno y es mejor, lo respeto. Vote a conciencia. Pero sí está tomando esa decisión por miedo, recapacite.
¿Qué es lo peor que nos puede pasar si este proceso fracasa? Pierda cuidado que los progresistas seguirán empujando el cerco para consolidar su revolución. Y que el globalismo apretará con mas fuerza sus tentáculos en Chile. Si gana la propuesta, igual les sirve para avanzar un poquito más.
Yo confío en Dios, quien hasta aquí nos ha ayudado, de que como chilenos y cristianos, sabremos sobreponernos, no importa lo que pase.
¿Usted en qué está confiando, o en qué tiene su esperanza?
Algunos de ya perdieron la batalla cultural. Porque están reducidos, sometidos. Castrados. ¡Muertos de miedo!
Entienda de una vez, cuanto antes mejor, que lo único que puede frenar esta revolución progresista y globalista es que volvamos a actuar por convicción, en obediencia a la misión encomendada por Dios, que es extender su Reino por todas partes, comenzando por Chile.
¿Está dispuesto usted a dar esas batallas, o ya se aburrió?