Les voy a contar una historia. Había una vez, una mujer que llegó a una importante congregación evangélica. La señora era cantante, tenía una hermosa voz, y además era muy simpática. Al liderazgo le cayó en gracia, y al poco tiempo pidieron al director del coro que le diera la oportunidad de mostrar su talento en uno de los cultos. El pastor de la congregación, cuyo nombre era bien conocido en todo el país, autor de varios libros bestsellers, se fijó en la mujer. Se fijó demasiado en ella, a pesar de ser un hombre casado (con un controversial discurso anti-divorcio en los medios de comunicación). Pasó lo que no tenía que pasar, y aunque estaban en adulterio daban conferencias por diferentes ciudades: él predicando contra el divorcio, y ella cantando con su melodiosa voz durante las reuniones.
Lo peor de todo es que el liderazgo de la iglesia vio cosas que no contó. El director del coro, a sabiendas de lo que había entre ellos, accedió a las presiones del pastor, para darle mayor protagonismo a la mujer en el grupo de alabanza. La iglesia comenzó a crecer, nunca había llegado tanta gente, ni ingresado tantos diezmos. Las vigilias eran todo un éxito, llegaron a llenar un estadio, con invitados internacionales. Tanto así que la secretaria de la congregación, quizás también por temor a perder su trabajo, nunca dijo nada.
Cerca de 2 años después, la relación entre el pastor y la mujer terminó. Ella fue y habló con su esposa, le armó una escena de telenovela. Pero la esposa tampoco dijo nada; llegó a un acuerdo económico y siguió viviendo en la misma casa del pastor con sus hijos, aunque en camas separadas (a la antigua). La mujer despechada fue y se lo contó a los líderes de la iglesia, pero ellos tenían temor a que la iglesia se dividiera, así que no dijeron nada. Finalmente, mujer le exigió al pastor una gran suma de dinero, bajo el chantaje de contar en un estelar de la TV todo lo que había sucedido entre ellos. Ante esto, él decidió tomarse unas vacaciones (disfrazadas de gira internacional) para salir del ojo del huracán. El productor del nuevo disco de la iglesia, decidió que no estaba dispuesto a perder todo lo que habían invertido en ella, así que por supuesto organizó rápidamente un lanzamiento. Los asistentes al concierto sólo disfrutaron.
¡Qué hermosa voz! ¡Qué tipa más simpática! ¡Qué enormes proyecciones!
Hoy la mujer está dedicada a lanzar un nuevo disco de música cristiana y a levantar fondos para una causa humanitaria junto a un diácono de su antigua congregación. El productor del disco sueña con llegar con ella a los mercados internacionales. El pastor regresó a su congregación, y sigue predicando contra el divorcio. La esposa sigue viviendo con él, pero en cama separada. Los líderes de la iglesia y el director del coro siguen asistiendo al culto religiosamente, pero sin cuestionar al pastor (eso sería levantarse contra el ungido, a un hombre que Dios usa tanto). Y la fiel secretaria, pregunta todos los días en la mañana: «Pastor, con cuantas de azúcar», aunque sabe que él siempre se sirve el café con dos.
¿Será que una historia tan desconcertante podría ocurrir? ¿Es sólo un lío de faldas, un tema privado entre adultos? ¿Un pecado que sólo le importa a Dios?
¿Qué pasaría si este pastor no es primera vez que practica el adulterio? ¿Que en el pasado otras mujeres divorciadas fueron presa fácil del predicador, y que por temor a ser lapidadas públicamente prefirieron callar su historia, la que terminó en todos los casos a causa de la violencia y los celos de un hombre controlador y maltratador? ¿Sigue siendo para usted sólo un lío de faldas entre personas adultas, y un pecado que sólo le importa a Dios?
De vez en cuando como periodista me ha tocado dar seguimiento a una denuncia de esta índole. Por supuesto, hay casos peores. Mal de muchos, consuelo de tontos. La decisión sobre dar atención y luego publicar un caso así pasa, al menos, por 4 filtros.
El primero: ¿Estamos frente a un delito o una falta moral? Si se trata de un delito, lo que corresponde es denunciarlo sin pensarlo más, aunque la justicia pueda declarar inocente al culpable o liberarlo cuando éste ha prescrito. Hay cosas como el adulterio que no son delito, sin embargo se tratan de faltas graves a la moral cristiana. Ahí la primera sanción debería darla la congregación como cuerpo.
El segundo: ¿Recibe este caso un interés más allá del contexto de la iglesia local? Esto porque aunque bíblicamente es gravísimo (es uno de los 10 Mandamientos) el adulterio lamentablemente siempre ha existido, porque somos pecadores en proceso de santificación, aunque no todos los que participan de una comunidad cristiana son verdaderamente nacidos de nuevo en discipulado.
El tercero: ¿Contradice este caso el discurso cristiano de estas personas en cuanto a su figuración pública? Esto porque los líderes cristianos son bíblicamente representantes no sólo de si mismos sino de toda una comunidad ante la sociedad. Si yo pude llegar a esta información ¿qué nos hace pensar que los adversarios de los evangélicos no llegaron antes, y presentarán el caso públicamente como prueba de «NUESTRAS» aparentes incompetencias morales?
El cuarto: ¿Pone este caso en riesgo la fe pública, o pone en peligro a otras potenciales víctimas de un pastor psicópata y de una congregación permisiva? Finalmente lo que me interesa saber es si los mecanismos de control de una iglesia local han sido eficientes para sancionar y disciplinar un caso que incluso entre los incrédulos sería considerado aberrante. Un periodista cristiano va a querer informar por el bien de otros y otras, que aun no caen en la trampa.
La decisión sigue siendo difícil. Uno no se mete a un tema tan ingrato por morbosidad, sino por el daño que un caso como este puede provocar. ¿Qué dirían nuestros lectores si el día de mañana supieran que nosotros (Cosmovisión) teníamos estos antecedentes, y no hicimos nada por investigarlos, o guardamos silencio por temor? ¿No nos dirían que pudimos prevenir muchos y graves daños, actuando como centinelas?
Por eso, generalmente pasa por una segunda discusión: un consejo editorial. En Cosmovisión son personas, algunos de ellos pastores, abogados, con quienes comparto esta carga de hacer periodismo cristiano. Gente madura en la que confío (con total discreción) un caso, para no equivocar el diagnóstico ni la solución.
Pero la decisión sigue estando del lado de los afectados. Lamentablemente, como medio de comunicación sólo podemos publicar algo así cuando los directamente afectados, además de confirmar los hechos «off the récord», dan la cara (aunque sea como fuentes anónimas) y hablan.
Cuando la iglesia local no ve el peligro potencial que se cierne sobre ella frente a un caso así de grave, cuando los líderes de la congregación guardan silencio por temor a una división, cuando la secretaria guarda silencio por temor a perder su trabajo, cuando el productor musical a sabiendas guarda silencio por temor a perder lo invertido, cuando las otras mujeres víctimas de un pastor psicópata guardan silencio por temor a ser lapidadas, lo que están haciendo es firmar su sentencia de muerte.
Las cosas no se resuelven (ni mejoran) guardando la basura debajo de la alfombra. Al contrario, los círculos de protección y los pactos de silencio empeoran todo. La próxima noticia que un periodista publica sobre un caso así, donde todos guardan silencio, va a ser sobre la estrepitosa caída de los involucrados.
«Ésta es tu suerte, la porción que yo he medido para ti, dice el SEÑOR, porque te olvidaste de mí y confiaste en la mentira. Yo, pues, descubriré también tus faldas delante de tu rostro, y se manifestará tu ignominia, tus adulterios, tus relinchos, la maldad de tu fornicación sobre los collados; en el campo vi tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén! ¿No serás al fin limpia? ¿Cuánto tardarás tú en purificarte?»
Jeremías 13:25-27 RVR1960
Dejar una contestacion
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.