El libro relata la experiencia directa del “minero pastor”, uno de los 33 atrapados dentro del yacimiento San José en agosto de 2010. Henríquez, que ha recorrido el mundo contando su testimonio junto al Capellán Alfred Cooper, movilizó a los demás a orar durante el encierro para que ocurriera el milagroso rescate.
Sabemos la historia: luego del derrumbe el 5 de agosto de 2010, los 33 mineros quedaron atrapados durante 69 días a 700 metros de profundidad y rodeados por más de 700,000 toneladas de roca inestable. La historia no sería la misma a no ser porque se mantuvieron con vida gracias a su valentía, el apoyo mutuo y su inquebrantable fe.
El mundo no tuvo conocimiento de su supervivencia sino hasta 17 días después del accidente. Más de 1 mil millones de televidentes contemplaron con asombro y en directo la increíble hazaña del rescate y la salida de los 33 con una camiseta que decía “¡Gracias, Señor!”.
La fe también perfora montañas.
En la presentación del libro, Alfred Cooper recordó cómo la oración al interior de La Moneda alentaron a los ministros y al Presidente cuando todo parecía indicar que no existía esperanza alguna de encontrarles con vida. “Lo que contamos en el mundo entero es que sería un error olvidar que en este caso fue fundamental la labor del “Minero 34”, que escucha oraciones y hace milagros”, explicó Cooper quién redactó el prólogo de “Milagro en la mina”.
Henríquez comenta sobre su rescate: “Me di cuenta de que Dios no había considerado ningún costo demasiado alto con el objetivo de liberarnos” (se calcula que la operación costó unos US$ 20 millones). Recordó cómo milagrosamente la broca de exploración se desvió con una roca para llegar a donde estaban ellos. “Entendimos que el Dios del Evangelio es vivo y real, no necesita de puertas para entrar”.
El libro resalta el trasfondo de Henríquez y habla de los acontecimientos que siguieron a los 69 días que estuvo atrapado bajo tierra, incluyendo los aspectos de liderazgo espiritual que Henríquez les brindó a sus compañeros para ayudarlos a hacer uso de su fe en Dios como un medio para sobrevivir. “Nunca pensé que predicaría en una mina. Dios hizo esto por mí porque así es como él nos rescata para darnos nuevas oportunidades”, escribe.
Vida después de la mina San José
Respecto a las proyecciones de esta publicación, el minero Henríquez aseguró que su única aspiración es que la gente pueda entender que sin Dios no somos nada: “Este fue un accidente que Dios permitió, pero trascendió más allá”. Lamenta estar lejos de la mayoría de los demás mineros que se entregaron a Cristo durante el encierro, pues vive en Talca, y se mostró preocupado por el cuidado pastoral de sus almas. “Ellos verán como responderán frente a Dios por la decisión que tomaron. Porque es diferente haber aceptado a Jesús que haberse convertido”, aclaró.
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