El periódico electrónico chileno publicó la nota: «El estallido evangélico en universidades laicas y su soterrada influencia política» el lunes 23 de diciembre. En el texto, su autora prometía develar las redes del mundo evangélico en la política nacional. A partir de ese día, varios de los aludidos han desmentido al medio con cartas al director, criticando una enorme cantidad errores históricos e imprecisiones, y desmarcándose de las aseveraciones realizadas en la publicación.
¿Qué pasaría si un medio de comunicación enviara a un periodista que no sabe nada de fútbol, o que de hecho detesta el fútbol, a cubrir la final de la Copa Libertadores de América? ¿O si enviara a un periodista que no tiene idea de economía a cubrir la presentación del IPoM del Banco Central? De más está decir que los resultados serían desastrosos. Puede ser casi tan grave, tan irresponsable, como si un periodista entrara al pañol de una central nuclear creyendo que las luces y los relojes que ahí están se pueden manipular como las perillas de una radio.
Ese parece ser el triste caso del artículo «El estallido evangélico en universidades laicas y su soterrada influencia política«, publicado por el periódico electrónico El Mostrador. La autora, Francisca Pérez, adopta un tono grandilocuente, como a punto de revelarnos algo desconocido, aunque en realidad está realizando algo así como «turismo religioso», recién descubriendo al mundo evangélico y su relación con las universidades.
Al final no sólo no informa nada nuevo. Además cae en imprecisiones históricas, mezcla conceptos, confunde nombres de organizaciones y pone a personas en relación con hechos que no les corresponden. Y uno debe preguntarse entonces: ¿A qué apuesta El Mostrador cuando escribe sobre religión y sobre evangélicos en Chile?
La nota asegura, por ejemplo, que «la religión fue mirada por años con recelo por el mundo evangélico». Ciertamente debe estar refiriéndose al islamismo, o el hinduismo, aunque no lo precisa. Afirma además, sin ningún respaldo, que «los evangélicos se relacionan con un domicilio político en la derecha», haciendo una generalización que no solo es actualmente incorrecta, si no que además es históricamente incorrecta. Era cosa de buscar en Google.
Hablando de historia, en el artículo señala que «32 obispos de las iglesias pentecostales y presbiterianas del país» firmaron a la ONU (SIC) en 1974 una carta de apoyo a Pinochet. Esta carta sería la «primera acción política» de los evangélicos un antecedente completamente nuevo, que los historiadores bien harían en indagar. La mención de las iglesias presbiterianas le valió una dura réplica de parte del pastor Jonathan Muñoz, quien (a nombre de la Comisión Ejecutiva del Sínodo de la Iglesia Presbiteriana de Chile) deja en claro que los presbiterianos firmantes de «La posición evangélica» representaban a iglesias descolgadas del tronco principal de la denominación presbiteriana en Chile.
Dice también que al no existir una Ley de Culto la penetración de las iglesias evangélicas fue lento, desconociendo que desde 1909 los pentecostales llegaron a las masas populares, de manera explosiva, iluminando rincones de la sociedad donde ni el Estado ni la Iglesia pudieron hacerlo antes.
No por nada, el sacerdote Alberto Hurtado Cruchaga alertaba a su iglesia en 1941 sobre el crecimiento de los evangélicos. Esos mismos pentecostales en 1930 y en 1960 crecían a ritmos acelerados: 61%, 74%, 37%, 11% por década, respectivamente. En 1992, sin Ley de Culto, los evangélicos éramos 12,4% según cifras oficiales. Cosa de buscar en Google.
Y para qué referirnos a la forma en que el artículo pretende relacionar la labor evangelizadora de los movimientos cristianos en la universidad con el activismo político. Bastaría referirnos al desmentido que emitió el Secretario General de Grupo Bíblico Universitario, Gustavo Sobarzo, quien asegura: «se hace referencia al GBU, y desafortunadamente se da a entender que nuestro movimiento forma parte de una concertación de movimientos cristianos interesados en promover una determinada postura política en las universidades», sin que esta carta haya sido publicada por El Mostrador.
Incluso las relaciones políticas que se intenta demostrar fueron desacreditadas. Cristina Moyano, jefe de campaña de un ex candidato a rector de la USACH (Rodrigo Vidal), aseguró que el artículo de El Mostrador sería parte de «una campaña sucia, en la que se nos vincula a organizaciones a las que no pertenecemos y sobre todo, parte de una dinámica conspirativa, bastante lejos de nuestro trabajo académico».
Otro aludido, Cristian Muñoz, evangélico y efectivamente miembro de Jotabeche, señaló en respuesta al artículo de El Mostrador, que su participación en grupos evangélicos universitarios (como los mencionados) «ha sido nula en los 18 años que me he desempeñado como académico de la USACH». Dicho sea repaso, su carta tampoco fue publicada.
¿A qué apuesta El Mostrador cuando escribe sobre religión, cristianismo y evangélicos? Al parecer, informar con precisión sobre cómo, por ejemplo en este caso, funcionan los grupos evangélicos en los campus universitarios, cual es su verdadero propósito, y el trabajo que realizan, no les parece suficientemente importante.