Guido Maldonado
Misionero / MC Skanut
Pastor Iglesia Puerta de Vida
La noticia de la muerte del misionero estadounidense John Allen Chau en manos de los aborígenes de la isla Centinela Norte en la India, impactó a todo el mundo.
El joven de 27 años, originario de Alabama (EUA), tenía como referente al explorador cristiano David Livingston, y fue asesinado por una agresiva tribu después de pagar a pescadores locales el 14 de noviembre pasado para que lo llevaran a una isla prohibida: Sentinel del Norte (en India) de forma ilegal. Los pescadores le acercaron a la playa, y el aventurero realizó el último tramo en canoa.
El contacto con la tribu sentinelense (que vive en aislamiento del mundo) es ilegal en India, debido al riesgo de que los foráneos transmitan enfermedades y la hostilidad de los aborígenes frente a cualquier extraño. Por esta razón, los 5 pescadores que ayudaron a John fueron enjuiciados y multados el 19 de diciembre.
Los medios internacionales, incluso ciertas agencias misioneras, cuestionaron la osadía del joven, quien sabía muy bien a lo que se exponía al internarse en la Isla. No era la primera vez que hacia este viaje, si no la quinta que se arriesgaba de esta manera.
En su diario describió como el primer día unos guerreros muy altos, con pintura amarilla en sus caras, se pusieron furiosos al escuchar a John entonar himnos cristianos. “Hola, soy John. Les amo, y Jesús les ama”, habría escrito. En una de sus últimas cartas dijo a su familia: “No culpen a los indígenas si me matan”.
¿Pero qué pasaba por la cabeza de este joven?
John no era inexperto en misiones transculturales. Conocía el riesgo que corría al acercarse a esta tribu. ¿Por qué no midió las consecuencias?
Desde la comodidad de nuestro hogar es fácil juzgar y sacar conclusiones. Para nosotros es fácil sumarnos a la lista de los héroes de la crítica, que siempre están diciendo cómo lo hubieran hecho mejor.
No sé lo que pasó por la cabeza de este mártir, porque si hubiera pensado como la mayoría de nosotros, desde la comodidad e individualismo, jamás hubiera salido de las cuatro paredes de su Iglesia local, ni salido al campo misionero.
No sé lo que había en la cabeza de este joven que dejó la comodidad de un país desarrollado y estuvo dispuesto a ir por aquellos que aún no conocen el Evangelio de Jesucristo. Sé que se levantaran los maestros, los que tienen magister y doctorados en misionología, cuestionarán el trabajo de John, le acusarán de irresponsable, sentimental, necio, etc.
Y honestamente no sé lo que pasaba por su cabeza, pero sé lo que había en su corazón, y era un profundo fuego de pasión por Dios y su Palabra. Su intención era llevar el Reino de Dios a la Isla. La familia de John lo describe de esta manera: “Amaba a Dios y ayudar a aquellos que lo necesitaban. No tenía otra cosa que amor por los sentineleses».
Jim Elliot, misionero evangélico quien murió en manos de los indígenas ecuatorianos, en 1956, dijo: “No es ningún necio el que entrega lo que no puede guardar, para ganar lo que no puede perder”.
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”, Marcos 8:35