[OPINIÓN] Chile, Una sociedad esquizofrénica

Juan E. Barrera
Psicólogo, escritor
Pastor evangélico – ICM
@barrera707

Hay quienes detestan aplicar a la sociedad criterios patológicos individuales, así que voy a dejar esta reflexión en el plano de las metáforas. Nuestra sociedad de hoy es como una persona que sufre de este grave trastorno. Incluye síntomas graves como la pérdida de realidad, delirios y alucinaciones. Estos síntomas son observables en muchísimas ocasiones y en variados contextos. Una sociedad que delira con los temas sexuales, con los derechos, que delira con el amor al dinero: la corrupción, en el Ejército, en Carabineros, negocios gigantescos con potencias dictatoriales como China.

Vivimos obsesionados con los temas de las diferencias, la diversidad, el multiculturalismo, las migraciones, la economía, el fútbol y una televisión cada vez más decadente con un grupo reducido de personas, quizá no más de 50, que van rotando de canal en canal, esclavizándonos con sus comentarios prefabricados, comprometidos y superficiales, con sus bromas bobas ganando el dinero que un chileno promedio no va a ganar nunca en su vida.

Los síntomas continúan: políticos sin representación, conflictos laborales que nadie escucha, periódicos que cada vez dicen menos y se venden menos. Redes sociales colmadas de comentarios innecesarios. Violencia naturalizada. Un sistema económico que no consigue, como dice su doctrina, auto regularse, ciudades cada vez más segregadas, un arte que calma un poco la ansiedad solo los veranos pero que luego se esconde y se muestra solo a unos pocos, y podríamos seguir…

¿Y la iglesia del Señor? No escapa a algunos de estos síntomas. Evangélicos “progresistas”, “conservadores”, “entrenadores de campeones”, “coaching cristiano”, adoradores de ojos cerrados, sin Biblia, que saltan ensimismados con la música y con sus propias sensaciones. Voces proféticas que cambian la forma y fondo de nuestras iglesias. Disputas teológicas antiguas que nunca se resuelven y siguen separando. Visiones, gritos, voces y más voces. En este mar de voces y de ruido hemos dejado de oír la voz por excelencia, en ella está la sanidad, el equilibrio, la paz y el descanso que nuestra sociedad necesita.

“Estad quietos y conoced que Yo soy Dios”, Salmo 46:10.