[EDITORIAL] El que no recoge conmigo, desparrama

Foto: Recogiendo olivas, ayuntamiento de Escatrón

Por Israel Vilches

Los violentistas no respetan a nada ni a nadie. En el pasado, su furia se desató en contra del espacio público, también han atacado iglesias en varias ocasiones. Funcionarios policiales han sido cobardemente quemados, y como si fuera poco: ahora profesores y directores de colegio son agredidos con fuego. Algunos de esos mismos violentistas fueron los que llegaron a la última Marcha por Jesús de los evangélicos. Tenemos fotos y vídeos (aunque llegamos frente al GAM cuando lo peor ya había pasado) esos sujetos andaban con garrotes, lanzaron piedras, llevaron hasta bombas molotov a la»Marcha por Jesús».

Independiente del nombre que se pongan, si andan con capucha o no, o si cuidan a los animalitos de la calle, son simplemente eso: violentistas. Legitiman la violencia como forma de lucha contra cualquier idea o símbolo con el que ellos no están de acuerdo, sin importarles que salgan lastimados: niños y niñas, mujeres, ancianos, pastores… y unos pocos Carabineros.

Aman la violencia, no hay amor en sus corazones, lo que demuestra que a ellos les falta conocer a Dios, y debemos orar por su liberación.

¿Por qué atacaron la Marcha por Jesús? La Marcha por Jesus existe para levantar el nombre de Cristo, expresar públicamente que Él vive en nosotros. No es la primera vez que se realiza, pero nunca había sucedido algo así.

A los violentistas les molestan los ideales de la iglesia, los consideran también fascismo, dijo uno de ellos (del grupo que andaba sin capucha), antes que su amiga escupiera a nuestra cámara.

No es una marcha contra la ideología de género, ni por la familia tradicional, ni contra el aborto, o a favor de los valores cristianos, mucho menos por la moral y las buenas costumbres. Sin embargo, a estas alturas los evangélicos están asociados a esas banderas en la opinión pública. Podemos estar de acuerdo en que esas causas nos representan, pero se asocian, mayoritariamente, a un sector y agenda política en específico.

Además, ciertos grupos activistas (que a estas alturas no podríamos llamarles cristianos, pues muchos de ellos, de hecho, no lo son) le cambiaron el nombre a la Marcha por Jesús, convocando a la “Marcha por la Familia”, o a la “Marcha No + Ideología de Género”. Hasta hicieron sus propios afiches, omitiendo por completo el lema de este año: «Por una generación que conozca a Dios». Parece que a ellos eso tampoco les interesa mucho… Pese a las advertencias de los organizadores de que no tergiversaran el foco, uno de esos grupos imprimió cientos de banderas y pancartas con la frase: «No + Ideología de Género» que vendió a una módica suma.

Y así fue como incluso grupos de ideologías seculares se auto convocaron bajo otras banderas. Llegó, por ende, de todo: ateos (gente que por definición no conoce a Dios), nacionalistas, los del Movimiento Social Patriota, los Capitalistas Revolucionarios, los de Acción Republicana, que invitaron a unirse a la Columna Oriente, donde se mezclaron con las batucadas, los evangélicos, pastores con sus pañuelos celestes, migrantes que son hermanos, y entusiastas con banderas de Israel. Los primeros decían iban para defender a los evangélicos, sin que nadie les hubiera pedido ayuda. Los más de 100 punks, antifacistas, redskins, anarquistas, no llegaron a pegarles a los evangélicos por ser cristianos.

Llegaron, en primera instancia, a pegarle a esos grupos rivales, porque esto no ocurrió en ningún otro lado, salvo la columna donde los mencionados dijeron que saldrían a marchar. Unos pocos hermanos trataron de contener la trifulca. Debido a la violencia entre ambos bandos, 12 personas quedaron heridas (4 hospitalizados). Afortunadamente, en este caso, no fue más grave.

Es cierto que el incidente redundó en que la Marcha por Jesús este año tuvo más cobertura que nunca. Pero los organizadores deberían hacer una autocrítica de por qué no le quitaron el piso a grupos que sabían estaban usando esa instancia como vitrina gratuita.

Tolerar esa ensalada de banderas, excepto la de Cristo, puso en peligro el objetivo principal de la actividad.

¿Quizás pensaban que no tendría el efecto adverso que de hecho se generó? ¿Quizás calcularon que pronunciarse al respecto sería impopular, que los habrían calificado de cristianos tibios? Con la terquedad en que suelen operar ciertos activistas, dirían cosas peores.

¿Y si hubiera muerto alguien, importarían esas opiniones livianas?

Todas las cosas pueden servir de aprendizaje. Una generación que conoce a Dios sabe que la batalla que luchamos es espiritual, por ende requiere de verdaderos discípulos de Jesucristo y busca ante todo que los corazones se conviertan.

“El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”, Mateo 12:30.