Sylvia Araya Serrano
Abogada en SACIA, subdirectora de Cosmovisión.
Es difícil ser un opinólogo «no-autorreferente» pero mi realidad cercana es con lo que puedo aportar.
Asisto a una iglesia desde niña, soy evangélica y desde hace diez años anglicana. Por ende, no puedo hacerme cargo de nada que tenga que ver con la Iglesia Católica Romana.
Aclarado el punto anterior, puedo decir que, al menos donde me congrego, hace aproximadamente 8 años, todos los meses se juntan varias «canastas familiares» con mercadería que reunimos entre nosotros. Ya he comentado que nos frecuentan varios indigentes y personas con desórdenes mentales en nuestras reuniones dominicales, quienes siempre se van con algo de mercadería y plata que algunos les damos. Aun asi nos roban, nos insultan y nos amenazan cuando andan angustiados, pero nunca se les niega la entrada, ni la mercadería, ni la comida en los almuerzos comunitarios.
Puedo decir que llegan muchas familias extranjeras con niños pequeños o mujeres cerca de parir . Llegan a la iglesia sin ser creyentes, pero porque necesitan una red de apoyo. Muchos de ellos reciben la ropa y la ayuda que podemos entregarles y no vuelven más. Otros reciben a Cristo y son fieles en congregarse y ayudar a los demás cuando pueden (y son extremadamente generosos, mucho más que nosotros los locales).
Se han hecho jornadas informativas para convertirnos en familias de acogida, siempre repletas. Ya hay algunos matrimonios en lista de espera para recibir a algún pequeño en su casa. Nuestra iglesia apoya a un hogar del SENAME, que es visitado por voluntarios todas las semanas.
Nuestra iglesia además apoya a una misionera en India, quien le enseña oficios y le da trabajo a mujeres musulmanas que viven en la pobreza y vulnerabilidad más extrema que puedan imaginar. Se junta ayuda periódicamente y se le envía para que pueda seguir acogiendo a más mujeres, porque en la región que vive, muchas son abandonadas por sus maridos o son viudas, lo que significa una verdadera condena a muerte. Esta misionera lleva el amor de Cristo y la ayuda material a estas mujeres, para que puedan seguir adelante.
Dentro de nuestra congregación existe un abogado (reconocido en el ámbito de DD.HH.) que todos los domingos atiende una fila de personas agobiadas en temas judiciales (sobretodo inmigrantes) a quienes él atiende y ayuda sin pedir nada a cambio y sé que él jamás ha buscado reconocimiento.
Todo lo anterior, no es más que el reflejo del amor inmerecido que hemos recibido de Dios en nuestras vidas. Con esta columna no busco reconocimientos ni aplausos, porque lo que hacemos es nuestra obligación, y de verdad es muy poco, para toda la necesidad que existe.
Por esto, les pido por favor, que dejen la ignorancia un poco de lado, y dense cuenta de que, les guste o no, por siglos, las iglesias (y en especial las evangélicas) se han hecho cargo de lo que ni el Estado, ni la sociedad puede ni quieren hacerse cargo: De los locos, de los pobres, de los extranjeros pobres, de las viudas, de los huerfanos, de los drogadictos, de las madres solteras, etc.
Asi que por favor: ¡deje de mandarnos a rezar el rosario, diciendo que la Fe debe ejercerse de manera privada y sin involucrarse en la sociedad! Porque el día que hagamos eso, quiere decir que dejamos de servir y amar al prójimo, y sin duda usted lo va a notar.
No me venga con que no puedo estar contra el aborto libre ¡ni venga a tirarme el SENAME por la cabeza! Porque, CREAME: toda mi vida he visto a cristianos preocuparse por el prójimo.
No somos perfectos, pero no dejaremos de involucrarnos en la sociedad en la que vivimos. Y eso, de alguna manera (guste o no) se reflejará en el ámbito público y político.
Estamos para cuidar, amar y servir al prójimo, desde el vientre hasta la tumba. Es así y así será siempre. ¡Gracias!
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